
Cuando hablamos de pasas, nos referimos a uvas secas, frutas que un día fueron jugosas, nuevas, por así decirlo. Estas representan experiencias pasadas, las cuales, en la antigüedad, gracias a su fácil conservación, permitían disfrutarlas meses después de la cosecha. Servían como complemento a muchas comidas debido a su sabor dulce.
Hablando de manzanas, las describimos como experiencias nuevas presentes en nuestra vida, pero que, con el tiempo, se convertirán en pasas que solo recordaremos.
‘Y Él les dijo: Por eso, todo escriba que se ha convertido en un discípulo del reino de los cielos es semejante al dueño de casa que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas.’
Mateo 13:52
En este versículo, observamos cómo alguien extrae del tesoro, entendido como el corazón (Mateo 12:35), tanto cosas nuevas como cosas viejas. El corazón guarda o atesora esas manzanas (experiencias nuevas) y pasas (experiencias pasadas).
Un ejemplo claro de alguien que aprovechó las ‘pasas’ para enfrentar las ‘manzanas’ presentes fue David. Cuando se enfrentó a Goliat, las ‘pasas’ de su tiempo como pastor defendiendo ovejas de osos y leones (1 Samuel 17:34-35) le sirvieron para enfrentar la ‘manzana’ nueva llamada Goliat.
Años después, esa ‘manzana’ llamada Goliat se convirtió en una ‘pasa’, una experiencia pasada que sin duda le ayudó en el presente al huir de Saúl. La espada de Goliat, que David obtuvo en su huida (1 Samuel 21:9), se convirtió en la ‘pasa’ que le proporcionó fuerza para enfrentar la nueva ‘manzana’ llamada huida de Saúl.
La espada de Goliat, la manzana que conquisto un día, en ese momento se convirtió en la pasa que lo sustentaría para seguir con animo hacia adelante.
Por eso, no menospreciemos las ‘manzanas’ de hoy, por muy pequeñas que sean, ya que se convertirán en las ‘pasas’ que nos sustentarán mañana para enfrentar las experiencias que vengan.